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lunes, 22 de agosto de 2016

"Nuestra historia comienza hoy"


NUESTRA HISTORIA 
COMIENZA
HOY   







CAPITULO I 

Me encontraba totalmente concentrada en el crucigrama que estaba haciendo, llevaba como diez minutos intentado averiguar de qué palabra se trataba, era la palabra número 7 horizontal, “abandonada de suerte…” estaba tan absorta que no me enteré de que entró en la sala de descanso Laura.
 
−¿Ya estas con tus crucigramas? −Me dijo en tono irónico.
 
−Hola Laura, sí, lo cierto es que es lo único que últimamente
consigue mantener mi mente concentrada sin pensar
en nada.
 
−Pues ve desconectando que en diez minutos empezamos
a trabajar, te veo en la sala.
 
Laura era compañera mía de trabajo desde hace cinco años, ¡uff!, cinco años de monotonía en el mismo trabajo, siempre haciendo lo mismo. Yo llevaba desde los 20 años trabajando en esta empresa, vendíamos unas cremas que supuestamente eran la leche, evitaban la vejez, ¡ni el botox ni nada! Pruébelo, verá como no se arrepiente de la compra que ha realizado cuando vea su piel completamente tersa,brillante y sin una sola arruga. ¡Pobres incrédulas las mujeres que lo compraban! Porque lo cierto es que no hacían nada.
 
Recogí mi crucigrama, y cogí el café que tenía sobre la mesa ¡Mierda, ya se ha quedado frío! −Pensé− así que lo tiré directamente al cubo de basura que había al lado de la máquina expendedora y me dirigí a mi puesto de trabajo.
 
Nada más salir de la sala de descanso se podían escuchar los murmullos de mis compañeros hablando por teléfono, el retumbar de los dedos sobre las teclas de los ordenadores, ¡Uf que cansada estoy de todo esto! −pensaba− mientras saludaba a los compañeros que acaban de llegar a sus puestos.
 
Al llegar al mío, hecho un desastre como siempre, papeles por todos los lados, una anotación aquí, otra allá… en ese momento vi que tenía un café del cual salía humo todavía, me giré hacia Laura y me guiñó el ojo.
 
−Gracias Laura, me has salvado la vida −le dije sonriendo.
 
−¡Ay!, tienes que dejar los crucigramas o te volverás loca.
 
−De verdad es lo único que me ayuda −Respondí cabizbaja.
 
−Nuria hace tres meses que se marchó de casa, tienes que empezar a tomar las riendas de tu vida y avanzar, no todo era él −me contestó guiñándome el ojo de nuevo.
 
−Lo sé, pero después de diez años... ¡es complicado!

−Bueno, en la fiesta de esta noche se te quitaran todas las penas, y vamos a empezar que el Sr. García nos está fusilando con la mirada.
 
Levanté mi vista disimuladamente para cotillear, o eso creía, porque pude notar su mirada fulminante cruzándose con la mía, produciéndome un escalofrío. Juan García era nuestro jefe, un hombre de unos 60 años, con el pelo canoso y repeinado, nariz aguileña, se podía notar en su cara el cansancio y el estrés que producía este trabajo, y siempre estaba de mal humor, chillando las ventas que nos faltaban para cumplir el día, era como el lobo feroz amenazando a caperucita, aunque estoy segura que debajo de esa capa de ogro había un corazón, a pesar de que nunca nos lo demostraba.
 
Nada más cruzarse nuestras miradas, me senté como si me hubiera mirado una serpiente encantándome, y que por el hechizo no pudiera controlar mis movimientos.
 
−Bueno qué, si no lo compruebas no te quedas a gusto −me dijo Laura riéndose.
 
−Cómo me conoces –Respondí.
 
−Normal que te conozca, paso más tiempo aquí contigo que en mi casa −me dijo en un tono de resignación.
 
−Tienes toda la razón.
 
Lo cierto es que Laura siempre había sido todo positivismo, y es lo que me había motivado a aguantar estos cinco años en la empresa, si por mí hubiera sido me habría marchado a los dos días de entrar, bueno, ella y que tenía unasganas inmensas de poder irme a vivir con Sergio.
 
Sergio, había sido mi pareja durante diez años, era un friki informático, pero me tenía completamente loca, esos ojos azules que me daban calma, su cabello rubio ondulado, su sonrisa... Nos conocimos en el instituto con tan solo 15 años, era el único hombre que había conocido, y gracias al esfuerzo de los dos conseguimos vivir juntos hace poco más de cuatro años. Nuestra historia había sido muy bonita,o al menos yo lo había vivido así, hasta que hace tres meses se marchó de mi vida para siempre, de la noche a la mañana nuestra vida no le llenaba, cogió sus maletas, y está en la India, o al menos eso me dijo.
 
La mañana pasó rápido, aunque solamente conseguí una venta, mientras que mis compañeras llevaban las tres que nos pedían. Estábamos en el comedor sentadas, yo no paraba de mover con el tenedor las judías verdes que teníamos de primero, mientras las demás charlaban animadamente.
 
−Nuria, por mucho que las muevas no van a cambiar el aspecto asqueroso que tienen, así que empieza a comer que se nos echa el tiempo encima −me dijo Rosario− Yo creo que Rosario era la más veterana de todas nosotras, no creo que haya nadie más antigua que ella en la empresa, es una mujer mayor, de aspecto bonachón, a la que le gustaba recargarse de maquillaje, al menos para mi gusto, estaba divorciada y tenía dos hijos y cuatro nietos de
los que le encantaba hablar.
 
−Bueno, y hoy “Noche de chicas” −Interrumpió Laura en un tono jovial.

−Sí ¡que ganas tengo! −Respondió Luna, la más jovendel grupo.

−Nuria ¿tú no dices nada? −me recriminó Laura.

−Yuju ¡Fiesta! −Dije bastante irónica.

Todas me miraron como si me perdonaran la vida, pero no pronunciaron una sola palabra, cosa que agradecí bastante. Al poco rato estábamos otra vez en nuestro puesto de trabajo de nuevo cada una intentando convencer a alguna ama de casa que nos comprara la maravillosa crema.

Lo cierto es que el día pasó bastante rápido, cuando quise darme cuenta estaba en mi casa, dándome una ducha e inundando todo el baño del intenso vapor que producía el agua caliente, para arreglarme y acudir a la dichosa fiesta. Desde que Sergio se marchó no había salido, y eso que antes a pesar de vivir con él, más de una vez me escapaba con las chicas de fiesta, me gustaba distraerme y salir de la rutina, pero estos tres meses lo único que hacía era trabajar y hacer crucigramas.

 Después de la ducha me tumbé sobre mi cama con la toalla aún enroscada en mi cuerpo, y mi larga melena completamente húmeda, pensando qué ponerme. Siempre me habían gustado los tacones y los vestidos ajustados hasta la rodilla, estilo pin up, marcando curvas, aunque últimamente mi vestuario se reducía al chándal y vaqueros, me había dejado mucho, pero hoy tendría que hacer un esfuerzo para que Laura no me lo recriminara, sabía que había organizado esta salida por mí y no quería defraudarla, a pesar de que el ánimo no me acompañara. 


 CAPITULO II 

Pasé un rato de pelea conmigo misma porque no me decidía entre dos vestidos. Dudaba entre uno con un gran escote que resaltaba mi pecho y otro un poco más recatado. Aunque lo cierto es que cualquiera de los vestidos estilo pin up realzaban el pecho, cada uno en su
estilo, lo que los diferenciaba era que uno tenía la parte de abajo floreada y el otro en azul marino con volantes.

Finalmente me decidí por éste último junto con unos zapatos de tacón negros que estilizaban mucho más mi figura. Me estaba maquillando cuando sonó el telefonillo, era Laura que venía a buscarme para irnos en su pequeño coche amarillo pollo, como le digo yo.

 Ella estaba encantada con él, para mi gusto un color demasiado chillón. A los dos minutos estaba aporreando mi puerta y me dirigí a abrirle antes de que el viejo cascarrabias que tengo por vecino comenzara a golpear la pared con su bastón.
 
─¡Guaao! Estás preciosa Nuria, impresionante, ¡Esa es
mi chica!
 
─Gracias Laura, por todo lo que haces por mí.

─Para eso somos amigas, ¿no? Venga date prisa que nos
esperan las chicas.
 
Recogí mi cabellera negra de forma informal dejando un medio recogido y me puse un precioso pañuelo azul claro, cogí un pequeño bolso de mi armario donde metí un mini neceser con un pintalabios rojo, una raya de ojos negra, y el rímel, metí el dinero suelto, ya que por más que peleé para que entrara el monedero no lo conseguí, y nos dirigimos a la calle.
 
Laura llevaba un precioso vestido negro que realzaba las curvas de sus caderas y su pelo pelirrojo y rizado suelto, nos miré de reojo a las dos en el espejo del ascensor mientras bajábamos, y lo cierto es que íbamos brillantes, ¡Espero que la noche brille igual! ─pensé, mientras suspiraba─ Nada más salir del portal nos encontramos un grupo de chicos de unos 17 años que no paraban de mirarnos de arriba a abajo a la vez que nos piropeaban, Laura y yo nos miramos con una mirada cómplice al tiempo que nos reíamos.
 
Cuando llegamos al restaurante fuimos el foco de todas miradas, yo nunca me ruborizaba pero en ese instante consiguieron todos que así fuera, fijando la vista al suelo para evitar miradas incómodas, mientras mi amiga levantaba la mano saludando a las chicas que estaban en una mesa al fondo y a la vez iba abriéndonos paso entre la gente. Es viernes y primero de mes, así que todo el mundo había salido hoy, yo por un momento tuve ganas de darme la vuelta y salir de allí corriendo y llorando, desde que no estaba él tenía miedo a enfrentarme a la vida, pero respiré hondo y miré la cara de emoción e ilusión que tenía mi amiga, y me volví un poquito más fuerte.
 
Cuando llegamos a la mesa, estaban Luna y Rosario, Luna iba muy guapa, llevaba un vestido corto en color rosa palo, con los tirantes transparentes, unos zapatos del mismo tono y su melena rubia totalmente lisa y suelta, y Rosario pues… muy adecuada para su edad.
 
─Hola chicas, pensábamos que no vendríais, así que nos permitimos el lujo de pedir ya unos entrantes ─dijo Rosario.

─Lo siento pero es que era imposible aparcar ─Apuntó Laura mientras llenaba su copa y la mía de vino.

─Por cierto, Nuria, hacía tiempo que no te veía tan guapa ─me dijo Rosario.

─Oh, gracias chicas, me vais a sonrojar.

─Hoy jugaremos nosotras a ser las malas ─Añadió Luna.

─¿A qué te refieres? ─pregunté sorprendida.

─Hoy haremos sufrir a los chicos que se acerquen a nosotras ─respondió.

─¡Hay que ver esta juventud! ─Replicó Rosario.
 
Pasamos una agradable velada, reí como hacía tiempo que no reía, por un instante olvidé todo lo que me estaba sucediendo, mientras el vino hacía sus efectos en todas nosotras, criticamos al jefe, nos confesamos secretos, brindamos…, hasta que un joven alto, delgado, estilizado, se arrimó a nosotras ─Señoritas aquí tienen la cuenta, estamos a punto de cerrar─nos miramos y comenzamos a reír de nuevo, el alcohol ya no nos dejaba a nosotras controlar el cuerpo, sino que nos controlaba él.
 
Una vez conseguimos salir del restaurante, sin muchas ganas la verdad, nos dirigimos a un pub que había como a trescientos metros. Tenía pinta de ser caro, la luz era muy tenue, por dentro todo decorado en tonos azules, las luces, paredes, suelos, sofás, nos sentamos las cuatro en una mesa, y acto seguido vino el camarero a tomarnos nota.
 
Mientras, yo no paraba de mirar a la barra, no sé si era el alcohol que había ingerido durante la cena o simplemente que mi mente había olvidado la tristeza por un momento, pero no podía parar de mirar al grupo de chicos que había en la barra, eran tres, uno muy alto, otro regordete aunque parecía el más sociable, por lo menos no paraba de hablar, pero en especial miraba al tercero de ellos, su pelo negro, esos ojos verdes, llevaba un traje gris, con una camisa blanca sin corbata y a medio abrochar a la altura del cuello, la cara perfecta, y un cuerpo esbelto que trataba de adivinar debajo de esa ropa.

─¡Nuria! ─gritó Laura.
 
Escuchar mi nombre me hizo volver en sí.
 
─Perdón ─dije avergonzada por si se habían percatado
de le miraba.

─Te ha preguntado el camarero tres veces que qué quieres tomar ─dijo Rosario─ ¡ay esta juventud!
 
─Yo quiero un ron con limón ─Dije.

─Bueno y dónde tenías la cabeza, cuéntanos ─dijo Luna.

─Yo creo que en aquel grupo de la barra ¿Verdad? ─indicó Laura.

─Mm no ─dije ruborizada─ solo miraba el sitio, ¡es preciosa la decoración!
 
─Anda ya, no nos cuentes películas ─dijo Rosario mientras reía─ dinos cual de los tres te ha gustado.
 
─No me sacaréis ni una palabra arpías ─dije en tono jocoso
 
─¿Por qué os calláis ahora todas de repente? ─pregunté algo molesta pues ninguna contestaba.
 
En ese momento Luna respondió a mi pregunta haciéndome una seña para que me diera la vuelta, y no podía creer lo que mis ojos veían, se dirigían hacia nosotras los tres, enseguida recuperé mi cordura dándome la vuelta y mirando de nuevo hacia el suelo.
 
─Hola señoritas, mis amigos y yo nos preguntábamos si estaban dispuestas a dejarse invitar a una copa ─dijo el más alto de todos, que por cierto, parecía un poco chulo.
 
─Por supuesto, nos encantaría ¿verdad Nuria? ─respondió Laura─ Yo simplemente asentí con la cabeza, y cuando quise darme cuenta ahí estaba él, el precioso chico de ojos verdes,
sentado a mi lado, mi pulso iba a mil por hora, no era capaz de mirarle, me daba miedo que notara algo en mi mirada.
 
─Yo soy Lucas ─volvió a hablar el más alto─ este es Daniel ─dijo señalando al más gordito─ y él es Juan, el guaperas del grupo ─añadió.
 
─Encantada ─dijimos todas al unísono.
 
─Yo soy Laura ─dijo mi amiga─ y estas son Luna, Rosario y Nuria, la soltera del grupo ─añadió.
 
En ese instante le eché una mirada de esas que fulminan en el instante, además pude notar cómo todo el calor de mi cuerpo se concentraba en mis mejillas, no podía verme pero me imaginaba, supongo que estaba completamente colorada, pero capeé el temporal como pude.
 
─Bueno, ahora que todo el mundo sabe que estoy soltera ¿Qué os parece si pedimos algo de beber? ─dije para cambiar de tema.
 
No hice más que pronunciar las palabras, cuando vi que Daniel ya estaba levantando su mano para llamar al camarero ¡que simpático! ─pensé─ mientras le miré de reojo y sonreí para agradecerle el gesto.
 
El camarero no tardó ni un minuto en volver con una botella de champán y siete copas, y cinco minutos más tarde ya estaban descorchándola y sirviendo las copas. Mientras decidía si cogía o no la copa, ya que poco a poco mi cuerpo iba notando los estragos del alcohol, observaba cómo entre
 
Laura y Lucas había surgido cierta complicidad ¡Estos acabarán juntos esta noche!─pensé─ mientras pensaba esto, sin darme cuenta, casi como un impulso estiré mi mano para coger la copa sin mirar, en ese instante noté cómo una descarga eléctrica me producía una agradable sensación, como cuando juntas dos imanes y notas cómo se atraen, miré casi con miedo, y con gran sorpresa descubrí lo que había producido esa extraña pero agradable sensación. Había sido el roce de su piel, íbamos a coger los dos la misma copa.
 
─Perdón ─dije avergonzada.
 
─¿Perdón? No por favor, dónde están mis modales, su copa señorita ─me dijo mientras me la acercaba.
 
Su tono de voz, uf, era increíble, según le escuché un escalofrío recorrió todo mi cuerpo haciendo que me estremeciera ¡Joder! Nunca había sentido nada parecido, era como si hubiera encontrado a mi media naranja, a mi alma gemela.
 
Y así fue avanzando la noche entre copas y más copas, brindis, risas, aunque evitaba cruzar una sola palabra con Juan, tenía miedo a no controlar mis instintos más primarios después de comprobar las sensaciones que había producido en mí, y abalanzarme sobre él, ya que cada vez que le escucha reír, hacer algún cometario, o incluso cuando nuestras miradas se cruzaban a pesar de que trababa de impedirlo, mis ganas iban en aumento. Cuando quisimos darnos cuenta eran las cinco de la mañana y nos estaban echando del local porque cerraban, mientras recogíamos nuestras cosas para marcharnos me invadió una gran tristeza, le miraba mientras hablaba con su amigo Daniel, y lo primero que me vino a la cabeza era una pregunta ¿Le volveré a ver? Una pregunta a la que la única respuesta que daba mi mente era un “No”.

Instantes después estábamos despidiéndonos en la puerta, cuando llegó el momento en el que me dio dos besos mi cuerpo volvió a estremecerse erizando cada parte de él, produciendo en mi interior una sensación de ansiedad ¡Quería más!
 
¿Sería producto del alcohol? Lo cierto es que yo nunca había sido así, recuerdo cuando empecé mi relación con Sergio, que a pesar de que me parecía un chico atractivo, nunca había sentido este tipo de atracción por él, de hecho tardamos más de seis meses en tener nuestro primer encuentro sexual, un primer encuentro que dada nuestra inexperiencia y nuestra timidez fue un desastre, yo ni siquiera supe qué era un orgasmo hasta meses más tarde.


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